Peirone,Fernando.FIGURACIONES DEL SABER JUVENIL

Se puede observar la compleja tensión que se genera entre la idea que los jóvenes tienen de sí mismos y el modo en que son considerados por la constelación institucional. De un lado una generación a la que la acumulación socio histórica no le está sirviendo (como le sirvió a su ascendencia) para afrontar los desafíos de su época. De otro, estructuras institucionales concéntricas y jerárquicas que, a pesar de la mutación cultural en las que están inmersas, no tienen la plasticidad necesaria para liberarse de la matriz moderna y adaptarse a las demandas del siglo XXI.
Si hay una institución donde este desencuentro se expresa de un modo dramático es en la escuela secundaria. Si bien los responsables de diseñar las políticas educativas registran el problema y se esfuerzan por generar una escuela más inclusiva, dotándola de recursos económicos, tecnológicos y pedagógicos, el problema persiste y la desorientación se extiende como una pandemia.
Los estudiantes
Además de ser adolescentes (rebeldes) los estudiantes llegan con otros patrones de conocimiento y aprendizaje. Presentan capacidades interactivas altamente desarrolladas; competencias en el manejo de instrumental de fuentes y datos simultáneos; inclinación a la convergencia cultural; tendencia a realizar síntesis y a tomar atajos no convencionales; desprejuicio para la transversalidad y la innovación disciplinar; asimilación de “profesiones invisibles” que se apartan de las orientaciones reconocidas; hábitos heterodoxos de consumo, apropiación, elaboración y producción cultural; actitud lúdica integrada al trabajo: alta capacidad de improvisación ; disposición a la re-creación estética; afición por el intercambio y los aprendizajes remotos; producción de conocimiento asociativo, fragmentario, paralelo y no secuencial; habilidad para ajustarse a cambios de patrones; fuerte resistencia al disciplinamiento y el conductismo; relativización de la utilidad de los contenidos escolares; un elevado nivel de ansiedad; concentración intermitente. A estos rasgos debemos agregar los que potencia la tecnosociabilidad: experiencia de una espacialidad y una temporalidad alternativas; aprendizaje conectivo y colaborativo como practica social; identidades dinámicas como parte de una nueva gramática relacional; extimidad; compromiso optimista frente a las misiones complejas; desgravedad existencial; familiaridad con la ubicuidad y las topologías flotantes, etc.
Si el modelo escolar se volvió inactual, la reformulación y la resignificación no son tareas que deban asumir los alumnos. Sería injusto, sin embargo, cargar las tintas sobre los docentes, porque si bien es cierto que no se pueden desligar de la situación, este escenario los trasciende.
Esto no quiere decir que la escuela ya no tenga sentido. Sobre todo en América Latina, sigue siendo un importante agente de inclusión en integración social, con estándares de aprendizajes vitales y significativos para nada despreciables. Pero sigue sin poder liberarse de la impronta elitista que fundamento su misión histórica como partenaire del Estado moderno. No logra desactivar la triada disciplina-sacrificio-punición, ni desandar la idea de autoridad asociada a la jerarquía, la evaluación y el conocimiento enciclopédico. Estas trabas hacen que la escuela continúe reproduciendo ambientes anacrónicos y que no pueda resolver la convivencia cotidiana con el alumno que habita sus aulas.
Incomodidades
Cuando un adulto pide a un joven que le enseñe a usar algo de su entorno tecnológico, por lo general la respuesta es negativa. Esto se debe a dos cambios significativos de nuestra época:
-          Un cambio de mano en el dominio de iconos culturales. El automóvil fue el icono cultural de la primera mitad del siglo XX, con su representación, responsabilidad y potestad a cargo de los adultos; en la segunda mitad, el dominio se horizontalizo con la aparición de la televisión y una grilla de programas organizados en función de los ritmos domésticos. Pero el ingreso del siglo XXI trajo consigo una fragmentación de la iconografía cultural en un sin número de gadgets que en muy poco tiempo se tornaron vitales para la interacción social y los únicos que tuvieron la plasticidad suficiente para incorporar esta complejidad a su dominio de un modo rápido y efectivo fueron “los nativos digitales” que hoy pueblan la escuela secundaria.
-          Una discontinuidad del paradigma pedagógico. La pregunta ¿Cómo se hace? Que realizan los adultos, es inherente a una cosmovisión que presupone la existencia de una realidad externa, factible de ser aprehendida y explicada en términos racionales. Pero los jóvenes han desarrollado condiciones de posibilidad del saber que alteran la episteme vigente y desestabilizan la pedagogía clásica.
Se ponen de manifiesto dos incomodidades. Por un lado, adultos haciendo preguntas que en otro momento no hubieran realizado y que hoy viven como la exposición de una vulnerabilidad sobrevaluada. Por otro, jóvenes que no pueden hacer comprensible el carácter de su saber ni consiguen convertirlo en una técnica trasmisible y secuenciada, porque lo que ellos manejan no es un conocimiento concreto e identificado, sino una lógica cognitiva que les permite reconocer patrones de sistemas dinámicos a través de complejos procesos de inferencia; realizar visiones generales mediante aproximaciones heurísticas; desarrollar conocimiento y competencias en la acción; trascender lo personal para adquirir conocimientos que no pueden dominar individualmente y que requieren de una capacidad cognitiva colectiva.

El divorcio epistémico entre estas dos concepciones es una parte fundamental del conflicto que vive la escuela secundaria. Enfrentar este escenario de un modo programático debería figurar en el horizonte de estrategias de la escuela secundaria, generando espacios colectivos de pensamiento; con una mirada reticular que abran el juego a las interpelaciones de la transición cultural junto a los gremios docentes y no docentes, pero también junto a la educación superior y las ciencias sociales.

Aceptar la incertidumbre

La simultaneidad de las tareas es una de las principales variables del conocimiento juvenil. Esta destreza les ha permitido desarrollar una capacidad diferencial para realizar procesamientos paralelos tendientes a la consecución de objetivos mediante trayectorias no tan lineales ni secuenciales.
Evaluado desde la cultura de la profundidad, los resultados son deficitarios y colisionan con los procesos regulados, escalonados y acumulativos de la pedagogía clásica. Son dos lógicas fundadas en prácticas vitales diferentes.
Como toda crisis, la de la escuela secundaria, también es una oportunidad. ¿O hay una mejor institución para llevar adelante una experiencia de intercambio comunicativo con los jóvenes y sus saberes?
En las condiciones de atención que logremos poner sobre esa alteridad que nos involucrar y nos afecta, está el desafío. Nada de eso será posible si no disminuimos la resistencia, si no asumimos riesgos y aceptamos la incertidumbre de lo nuevo. Si no logramos una implicación ética con el destino común que más pronto que tarde quedara en manos de estos jóvenes.


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