Jorge Huergo - LO QUE ARTICULA LO EDUCATIVO EN LAS PRÁCTICAS SOCIOCULTURALES

Cuando hablamos de lo educativo nos encontramos con dos tipos de representaciones hegemónicas .Unas, hacen de lo educativo un proceso o una acción aislada de cualquier condicionante histórico –social y cultural .Otras, vinculan de manera absoluta y excluyente a lo educativo con la institución escolar y los procesos de escolarización.
En el primer tipo de representaciones, nos encontramos con los rastros y residuos de posiciones idealista y espiritualistas que suelen “sacralizar” a la educación, abstrayéndola de cualquier determinación material. De este modo, los procesos educativos suelen verse como neutrales, más o menos estables en el tiempo, invariables en su definición y cargados de positividad, es decir, de “valores” y “practicas positivas” socialmente.
El segundo tipo de representaciones sociales ha ligado (de ma­nera necesaria y casi excluyente) a la educación y lo educativo con los procesos de transmisión de conocimientos (prácticas, saberes y representaciones) y de habilitación para funcionar socialmente, que se viven en una institución: la escuela.
La escuela, como humanista oficina, fue un núcleo organizacional de la modernidad occidental que se articuló con el desarrollo del capitalismo, de la industrializa­ción y las formalidades de la "democracia" burguesa. La escuela es una institución que produjo prácticas, saberes y representaciones, y que las reprodujo con el propósito de incorporar a los individuos a las sociedades capitalistas, industrializadas y democráticas modernas. Pero la escuela no existió siempre y en todas las culturas, o no existió de la manera en que la conocemos hoy. Por otra parte, en la actualidad resulta dificultoso observar la articulación de la escuela, por ejemplo, con el mundo del trabajo y con el ascenso social.
Hoy experimentamos una crisis de esa institución formadora de aquellos sujetos sociales, producida en gran parte por los procesos de "globalización", por las sucesivas políticas de reforma y ajuste neoliberal y por inadecuación entre los persistentes imaginarios de movilidad social. Además, los saberes que se producen, se distribuyen, circulan y se reproducen a través de la escuela y los procesos de escolarización, difícilmente pueden ser vistos como aquellos que nos permiten "fun­cionar" socialmente. Son saberes siempre desafiados y contestados por los saberes que proliferan alrededor de otros discursos sociales, como el mediático, el callejero, el comunal, el del mercado, etc.
Se nos hace necesario, entonces, proponer otra noción de lo edu­cativo, que nos permita salimos de esos dos tipos de representacio­nes. De este modo, optamos por la noción que propone la pedagoga mexicana Rosa Nidia Buenfil Burgos (1993). Ella sostiene que:
"Lo que concierne específicamente a un proceso educativo consiste en que, a partir de una práctica de interpelación, el agente se constituya como un sujeto de educación activo incorporando de dicha interpelación algún nuevo contenido valorativo, conductual, conceptual, etc., que modifique su práctica cotidiana en términos de una transformación o en términos de una reafirmación más fundamentada. Es decir, que a partir de los modelos de identificación propuestos desde algún discurso especifico (religioso, familiar, escolar, de comunicación masiva), el sujeto se reconozca en dicho modelo, se sienta aludido o acepte la invitación a ser eso que se le propone"
Con estos elementos, vamos a presentar un cuadro sintético y algunos elementos que posibilitan la comprensión de esta noción.


LAS INTERPELACIONES
·      Parten del reconocimiento del universo vocabulario, o parten de intereses particulares y se implantan, o parten de un des­conocimiento del contexto, o surgen de un espacio social existente
·      No son mensajes aislados; son conjuntos textuales
·      Pueden constituirse en todo un espacio u organización que se hace visible en un contexto social (como por ejemplo un sindicato, o las Madres, o una tribuna de fútbol), o pueden constituirse en estrategias más particulares, acciones y prác­ticas de agentes determinados (por ejemplo, un programa radiofónico educativo)
·      Son llamados o invitaciones a hacer determinadas cosas, a ser de una manera, a pensar de una forma... Pero pueden ser mandatos que requieren el abandono de un aspecto de la identidad (como por ejemplo, ser civilizado dejando de ser bárbaro, o ser desarrollados abandonando prácticas tradicio­nales)
·      No están sólo constituidas por saberes, sino también por que­haceres, prácticas, posicionamientos, valores, ideologías...
·      “Pueden dirigirse a los individuos para que hagan "sujetos". Pueden instalarse en un espacio social y dirigirse (aún no intencionalmente) a toda la sociedad.
·      Pueden estar encarnadas en referentes (como los docentes, los padres, un animador cultural, un personaje mediático) o pueden ser referencias, como un espacio de comunicación (por ejemplo una murga, un grupo de mujeres, o de jóvenes, etc.)
·      Directa o indirectamente, toda interpelación le otorga signifi­cados a determinadas ideas (o significantes) que circulan en la sociedad o en los discursos sociales, como por ejemplo a las ideas de "desarrollo", "saber", "libertad", "participación"...

Las interpelaciones, entonces, contienen una matriz de identifi­cación. Nosotros, a veces, no nos identificamos con todos los elementos propuestos por la interpelación (contenidos, comporta­mientos, valores, ideas, prácticas, gustos, modos de vestirnos) sino solo con algún aspecto.

LOS RECONOCIMIENTOS
El reconocimiento subjetivo es central para que una interpelación adquiera sentido.
·      El reconocimiento no es solo “conocimiento “de la interpelación, no basta con conocerla (porque puede conocerla y ser indiferente a la interpelación).
·      El reconocimiento se da en el nivel de la adhesión, de cierta incorporación de elementos de la interpelación o de su matriz de identificación.
·      Es decir, tiene relación con el proceso de identificación. En algún aspecto, el sujeto se siente como perteneciendo a una identidad colectiva , que lo interpela  .Quiere decir que hay cierta incorporación: una posibilidad corporal de jugar el juego de determinadas prácticas , valores , ideas, identidades , gustos
·      El reconocimiento tiene relación con las identidades sociales. Las identidades sociales se constituyen por cuatro rasgos:
1.    Pertenencia a un nosotros (me siento, me reconozco, como peronista, campesino, wichi, mujer, ricottero, HIJO…) y también distinción respecto a otros (no soy radical, no soy un burgués, no soy un burgués urbano, no soy toba…).
2.    Ciertos atributos comunes (jergas, términos, estandartes, logos, banderas, cantos, movimientos corporales…) que los que pertenecemos a esa identidad podemos reconocer como propios.
3.    Una narrativa histórica común (aunque cada uno tenemos, nuestra biografía, hay una historia común que nos marca, y que más o menos reconocemos y la contamos de manera similar todos los que pertenecemos a una identidad).
4.    Cierto proyecto común (reconocemos cuales son nuestros ideales, quienes son nuestros aliados, los grandes caminos a seguir, con quienes tenemos conflictos, cuales son las grandes metas que nos unen…).

LAS PRACTICAS SOCIOCULTURAES
       Pero para que todo el proceso sea educativo, no termina todo en el interjuego entre interpelaciones y reconocimientos. El proceso culmina en algún cambio en las prácticas socioculturales cotidianas.
·      El cambio en las practicas (en los modos de hacer y ser, en los saberes, en las formas de pensar, de posicionarnos…) puede tener dos sentidos.
1.    La reafirmación más fundamentada de una práctica ya existente (como por ejemplo, de prácticas relacionadas con la medicina popular o de saberes ancestrales de una cultura aborigen, o de los escraches…).
2.    La transformación de una práctica que existe en la actualidad (por ejemplo, un modo distinto de relacionarnos los padres de los hijos, o de considerar a los jóvenes, o de posicionarnos frente a los poderosos, o de apropiarnos de los medios de comunicación como espacios de expresión ciudadana…).
·      Solo al analizar las practicas , podemos hacer una evaluación más adecuada del sentido político del proceso educativo , y sostener que :
1.    El proceso educativo tiene un sentido hegemónico en la medida en que tiende a generar prácticas conformistas respecto a un orden social establecido, a las relaciones sociales que lo sostienen, a modos de pensar que avalan a la dominación…
 El proceso educativo tiene un sentido contra hegemónico en la medida en que tiende a generar distintos modos de cuestionamiento y resistencia y/o produce modificaciones en las relaciones sociales de dominación, en prejuicios o discriminaciones, en actitudes individualistas, en modos de pensar dogmáticos

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