Nassif,Ricardo.Teoría de la educación. Problemática pedagógica contemporánea

CAPÍTULO 3. LA EDUCACIÓN EN LA PERSPECTIVA CULTURAL GENERAL

1. EL ENFOQUE CULTURALISTA DE LA EDUCACIÓN

Acercarse a la educación con el enfoque «culturalista»1, es encontrar su veta más rica puesto que su íntima «naturaleza» es la cultural. Sin que esta proposición choque con su ya afirmada índole social, el mirador culturalista es más abarcativo y más profundo, como para involucrar el punto de vista sociológico.
2. CORRIENTES DEL CULTURALISMO Y CIENCIAS EDUCATIVAS
«Cultura» es palabra que esconde una gran diversidad de significados y acepta una multiplicidad de visiones.

2.1. Brevísima incursión histórica

Los filósofos de la cultura tomaron la delantera, cosa que puede constatarse si se revisa la evolución de la filosofía de la historia desde fines del siglo XVIII, con Kant, Herder y, sobre todo, con Hegel, quien, con su Filosofía del espíritu, estimuló el andar autónomo de la filosofía cultural.
La corriente filosófica interpreta la cultura acentuando más lo específicamente espiritual y su lado personal, aunque no por ello dejó de ver y examinar, con su peculiar metodología, el mundo de las objetivaciones culturales.
2.3. La línea científica

La dirección científica se levanta sobre la observación y la indagación empírica, y la comparación de la cultura de distintas sociedades, coexistentes en el tiempo, pero con distintos niveles de desarrollo. Sus sistematizaciones adoptaron distintos nombres; «antropología cultural» (el más difundido), «antropología social», y hasta «sociología de la cultura».

2.4. La educación, impulsora de la «culturología»
En la filosofía de la cultura, el pedagogo puede hallar sólidos elementos como el del juego de la subjetividad espiritual con las objetivaciones culturales, la teoría de los valores y de las interacciones de «sentido» que caracterizan las estructuras culturales. Más todavía, la posibilidad de insertar la filosofía de la educación en la filosofía de la cultura y de acceder al concepto mismo de la educación como ente cultural.
En el ámbito más concreto de la praxis educativa, Paulo Freire -con su método alfabetizador levantado sobre la real «concientización» del analfabeto- se apoya en el concepto antropológico de cultura13.
Su primera meta es hacer comprender al sujeto que también él es un creador de cultura, así como la necesidad de la lectura y la escritura como medios liberadores de comunicación.
La vida humana es, específica y típicamente, «vida cultural». Pero no se agota allí el concepto de cultura. Como «objetivación» la cultura supone «intencionalidad» Otra diferencia, pues, entre el hombre y el animal: aquel posee conciencia de la dirección de sus actos. Aquí engarza otro rasgo capital de la cultura: su historicidad frente a la «a-historicidad» de la naturaleza. La cultura se configura como un proceso abierto en el tiempo con sus continuidades y discontinuidades, y sus contradicciones, mientras que la naturaleza se mueve en cielos cerrados.
Las versiones filosófica y científica de la cultura, nos proporcionan un haz de rasgos fundamentales y generales integrables en su concepto. Con este criterio generalizador, podemos afirmar que la cultura se identifica por la humanidad, la artificialidad, la intencionalidad y la historicidad, en tanto fruto u «objetivación» de la capacidad creadora del hombre. Si, en cambio, se parte de la cultura en su nexo con el comportamiento humano -como prefieren hacerlo los «antropólogos»- está dentro de una sociedad, como un sistema de pautas, patrones o modelos que determinan tal o cual conducta. Más aún, es una conducta aprendida o adquirida por medio de los procesos de participación (o de co-participación) y de transmisión, o difusión. Pero, a la vez -y describiendo un círculo que nos devuelve al punto de partida-, la cultura es el conjunto de productos o de resultados, materiales y espirituales, del comportamiento humano.
4. LA CULTURA, ¿ES SÓLO SOCIAL?
Dentro de las restricciones previstas, es posible distinguir entre la cultura como simple y pura creación, y la cultura socializada, que es el estado que logran las creaciones humanas cuando son incorporadas a la vida social.
La distinción no es vana ni innecesaria, porque la educación, como sistema socialmente institucionalizado, responsable de la función primaria de conservación y de reproducción sociales, utiliza la cultura socializada. La cultura no socializada, la no nacida o no reconocida por la sociedad o sus grupos dominantes, puede no ser entendida ni aceptada por el conjunto, o tomada por los poderes que seleccionan y formulan los contenidos y las orientaciones educativos, como destructora de la sociedad y de su misma subsistencia. Fenómeno este último, típico de las épocas de crisis que, a la postre, no son más que aquellos momentos históricos en los cuales chocan culturas que mueren con culturas que nacen.

5. LA EDUCACIÓN COMO PROCESO CULTURAL
De la misma idea de cultura (en toda su plenitud) se desprende el principio de superación, naturalmente, y sin que sea preciso forzar el concepto. Basta recordar que por lo menos un momento de la cultura requiere una serie de actos subjetivos e intersubjetivos creadores o transformadores de cultura. Esta es la causa primera de nuestro convencimiento de que el enfoque culturalista es el único que puede ayudar a tocar fondo en el núcleo de la educación como fenómeno humano.
No ha de buscarse, entonces, a la educación únicamente en el camino de bajada de lo objetivo a lo subjetivo, ni creer que ella no tiene otra función que la de la endoculturación, equivalente a la «adaptación» y a la «socialización» cerradas y pasivas. También está en el camino de subida, en alguna de las formas posibles de acceso que, en este caso, son, sucesivamente, la crítica de la cultura, la transformación de la cultura y la creación de la cultura.
«Educación» y «cultura» son sinónimos cuando se abreva en la etimología del segundo como «cultivo». Más tal fusión no se produce con las otras facetas de lo cultural. Por eso es que, aparte de captar la educación como un proceso intracultural, es preciso comprenderla como un proceso cultural, afirmando que ese rasgo constituye su verdadera naturaleza.
La educación es la transmisión de la cultura históricamente dada, o vigente, con el propósito de reproducirla y asegurar sus mantenimientos en el tiempo. Estrictamente hablando este proceso tiende a la endoculturación que, en su primera instancia, se asimila a la socialización, en tanto la cultura que se trasmite pertenece a un determinado tipo de sociedad.

5.2. La educación-asimilación
La educación es el proceso de asimilación y de adquisición de la cultura, o -para movernos con lenguaje más «culturológico»- de subjetivización o individualización de la cultura.
5.3. La educación-creación
La educación es el proceso de ayuda al desarrollo de las capacidades humanas para la transformación y la creación culturales.
Nohl ha reunido, en una sola fórmula, dos etapas de un proceso: en una primera, el sujeto adquiere la cultura, la hace suya, y se integra en las formas culturales dominantes; en la otra, haciendo pie en la cultura existente, o rechazándola, adopta una postura crítica ante esa cultura, la transforma o coadyuva en la creación de nuevas expresiones culturales.
La educación no es únicamente un proceso de cultura; también es un sistema cultural, de la misma manera que, como proceso social e institución social nos fue revelada por la óptica sociológica.
El sistema educativo social e institucionalizado constituye el cauce, el encuadre, del sistema educativo cultural. Están estrechamente conectados, pero la institución escolar («sistema social» de la educación) contiene a la educación como sistema cultural. A la vez éste es el que da contenidos a la institución socio-educativa (la escuela, en su más vasta acepción) a través de materiales de formación que, en definitiva, son los materiales culturales aceptados o queridos por la sociedad. Las pautas que definen la institución educativa no se agotan con los materiales culturales; van más allá de éstos para regular aspectos de la vida escolar que no sólo se refiere a dichos materiales. Por ese motivo la institución educativa cumple tanto con la socialización como con la endoculturación.
6.2. La educación, síntesis de cultura

La educación es la síntesis y la condensación consciente de la cultura dominante, históricamente dada, en la vida de un grupo humano.
Este segundo concepto, derivado de la naturaleza de la educación como sistema o estructura cultural objetiva es, en verdad, el que mejor explica esa naturaleza. El sistema educativo concentra todos los sectores de la cultura vigente a los efectos de su transmisión, mediante un acto previo de pedagogización. Esta no es más que una selección de materiales culturales, que no son entregados al sujeto en su totalidad, ni en estado de pureza. La selección representa, a la vez, una simplificación, una acomodación o una adecuación a los fines que se persiguen, a las instituciones en que se imparten y, por ende, al contexto socio-cultural global, y a los niveles de madurez de los receptores.
En otros términos: la pedagogización es la conversión de los bienes culturales en bienes o materiales formativos, carácter con el cual pasan a integrar los «planes de estudio» (currículo) de las diversas orientaciones y niveles del sistema educativo.




7. ENSAYO DE UN ESQUEMA INTEGRATIVO
La educación es el proceso de integración cultural y personal del hombre. La integración es doble: por un lado, lo es como incorporación del hombre «a» la cultura y como integración30 «de» la cultura misma, en la medida en que ésta no puede mantener su coherencia y su continuidad si no es por su reviviscencia en las individualidades. Se trata de una interacción: al recibir la cultura, el hombre se integra a ella, pero, como al mismo tiempo es capaz de reelaborarla o de crear más cultura, se va configurando a sí mismo como persona. Una personalidad obtenida en el juego libre de lo individual con el mundo de la objetividad cultural y axiológica, no a través de actos indiscriminados de aceptación de los valores vigentes, sino de crítica alerta y racional. Motivo suficiente para no olvidar que la educación como cultura cumplirá su verdadera misión si procura «la esencial formación personal de los sujetos en desarrollo».
La comprensión integral del proceso educativo dentro del proceso cultural, puede no darse si se pierde de vista al hombre, que con su presencia «define» ambos procesos. La cultura es lo «producido» por el hombre pero también lo «vivido» y lo «experimentado» por él en la marcha hacia su propio destino.
La pedagogía no debe olvidar esa circunstancia, porque ella misma ya no es concebible fuera de un humanismo de nuevo cuño y porque la dimensión personal de la cultura ha sido siempre la más cercana al proceso educativo.
La cultura personal puede ser visualizada desde dos ángulos que, al mismo tiempo, constituyen dos de sus definiciones generales: como saber y como actitud.

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